
Atando Destinos Fenrisulven en Asgard
Fenrisulven, cachorro en Asgard,
con patas de trueno, creció audaz.
Solo Thor y Tyr, valientes ante su faz,
le daban de comer, en gesto encomiable.
Predicción oscura, destino incierto,
el lobo gigante, mito abierto.
Dioses temerosos, de profecía alerta,
decidieron atarle, evitando la puerta.
Dos cadenas forjaron con astucia,
engañar al lobo, no era tarea sencilla.
Gleipnir, nombre que en la trama brilla,
hecha de sueños y lo imposible.
Fenrisulven desconfiado, pero aceptó,
la cadena en su pata se ajustó.
Cuando sintió el lazo, su furia estalló,
Gleipnir, atadura que Asgard aseguró.
En la sombra de Yggdrasil, el destino gira,
Fenrisulven encadenado, la profecía suspira.
Thor, Tyr y dioses, en su mirar cautivo,
la trama se enreda, en el mito vivo.
Elixir Dorado Idún y las Manzanas de la Eternidad
En Asgard, en el reino de los dioses,
Idún, diosa de la juventud eterna,
sin nacimiento, sin sombra de la muerte,
su llegada a Asgard, un regalo divino.
En su ser, la eternidad florecía,
calidamente acogida por los dioses,
ofrecía manzanas doradas, mágicas,
tesoro que otorgaba juventud y hermosura.
Cada día, generosa con su don divino,
un bocado de manzanas de oro ofrecía,
aquellos que las probaban, rejuvenecían,
belleza eterna en el mágico festín.
Las manzanas, elixir de eternidad,
guardadas con celo en el cofre de Idún,
aseguraban juventud perpetua,
un pacto de gracia en la morada divina.
Así, en Asgard, florecía la eterna juventud,
bajo el cuidado y gracia de Idún,
donadora de manzanas doradas,
un mito que en la eternidad se sostiene.
©Natuka Navarro