
«El Filósofo y las Estrellas»
En la noche clara de antiguo Mileto,
un sabio filósofo, de mirada etérea,
perdido en el cielo, en su manto de estrellas,
soñaba con mundos, más allá de su suelo.
Tales, de nombre, un hombre de ciencia,
meditaba en astros, en vasta distancia,
no vio la zanja, la trampa silente,
y en un instante, perdió la balanza.
Rió la sirvienta, con burla inocente,
«¿Qué buscas en el cielo, soñador incauto?
Cuando no ves el suelo, el camino presente,
caes como todos, en este mundo infausto.»
Pero Tales, alzando la vista, sonrió,
«Las estrellas me llaman, susurros de eterno,
aunque caiga mil veces, en zanjas terrenas,
seguiré su rastro, en mi viaje interno.»
Así, entre risas y tropiezos,
navega el pensador, en mares celestes,
pues aunque el suelo lo reclame,
su espíritu vuela, donde el cosmos lo lleve.
El filósofo que se cayó en una zanja mientras miraba las estrellas fue Tales de Mileto. Según la leyenda, Tales estaba tan absorto en la observación del cielo nocturno que no se dio cuenta de una zanja frente a él y cayó en ella. Esta anécdota se ha utilizado a menudo para ilustrar la idea de que los filósofos, en su búsqueda de conocimiento, pueden perder de vista el mundo práctico que los rodea. La historia también es citada por Platón en su diálogo «Teeteto», donde se cuenta que una sirvienta tracia se rio de Tales por caer en la zanja mientras observaba las estrellas.