
La Química del Amor – Capítulo Primero
El sol se alzaba lentamente sobre la ciudad, bañando las calles con su luz dorada. En un pequeño apartamento del centro, Valeria se preparaba para otro día de trabajo en el laboratorio de investigación donde era química. Mientras se cepillaba el cabello frente al espejo, no podía evitar sonreír al recordar la conversación de la noche anterior con su mejor amiga, Laura. Habían hablado sobre el amor, ese sentimiento tan esquivo y misterioso que parecía desafiar toda lógica y razón.
Valeria siempre había sido una mujer de ciencia. Para ella, todo en la vida tenía una explicación racional, una fórmula que desentrañar. Pero cuando se trataba del amor, se encontraba perdida en un mar de incógnitas. ¿Cómo era posible que una simple reacción química en el cerebro pudiera provocar tantas emociones complejas? Decidida a encontrar respuestas, había comenzado a leer todo lo que encontraba sobre la química del amor.
Ese día en el laboratorio, mientras trabajaba en su proyecto sobre neurotransmisores, Valeria se distrajo pensando en el nuevo investigador que había llegado la semana pasada. Su nombre era Daniel, un joven brillante y apasionado por la neurociencia. Desde el primer día, Valeria había sentido una conexión especial con él, aunque no había tenido el valor de iniciar una conversación más allá de lo profesional.
Daniel, por su parte, también había notado a Valeria. Sus conversaciones sobre la ciencia siempre lo dejaban fascinado, pero lo que realmente lo intrigaba era la chispa en sus ojos cuando hablaba de sus investigaciones. Había algo en ella que lo hacía querer conocerla más, descubrir las capas de su personalidad que aún estaban ocultas tras su fachada profesional.
Aquella mañana, el destino pareció estar de su lado. Mientras Valeria ajustaba el microscopio, una de las muestras resbaló de su mano y cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos. Frustrada, se agachó para recoger los fragmentos justo cuando Daniel pasaba por allí.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Daniel, arrodillándose junto a ella.
—Gracias, pero puedo hacerlo sola —respondió Valeria, aunque su tono no sonaba convincente.
—No hay problema, siempre es bueno tener una mano amiga —insistió él, sonriendo.
Mientras recogían los fragmentos juntos, sus manos se rozaron accidentalmente, provocando una pequeña chispa de electricidad entre ellos. Ambos se miraron, sorprendidos por la intensidad del momento. Valeria sintió un calor inesperado en sus mejillas, y Daniel no pudo evitar sonreír al ver su reacción.
—¿Sabías que en realidad no es electricidad, sino una señal química en nuestros nervios? —dijo Daniel, tratando de romper la tensión con un comentario científico.
Valeria rió, agradecida por el cambio de tema.
—Sí, lo sé. La ciencia detrás de nuestras reacciones es fascinante, ¿no crees?
—Definitivamente. Y hablando de ciencia, he estado pensando en una colaboración para investigar cómo los neurotransmisores afectan nuestras emociones. ¿Te interesaría?
Valeria sintió que su corazón daba un vuelco. Era la oportunidad perfecta para conocerlo mejor, tanto profesional como personalmente.
—Me encantaría —respondió con una sonrisa sincera—. Podríamos empezar a trabajar en ello esta misma tarde, si te parece bien.
Daniel asintió, sus ojos brillando de entusiasmo.
—Perfecto. Nos vemos en el laboratorio después del almuerzo.
A medida que el día avanzaba, Valeria no podía dejar de pensar en la química que había sentido con Daniel. Quizás, después de todo, el amor no era tan diferente de una reacción química: impredecible, intensa y capaz de transformar por completo la vida de una persona.
Natuka Navarro
©Luna Poetiza