La Vida como Río en Machado y Manrique
Me gustaría analizar el uso del río como símbolo de la vida en la poesía de Antonio Machado, comparándolo con el de Jorge Manrique, uno de sus referentes literarios. El río es una imagen recurrente en la obra de ambos autores, pero con matices y significados diferentes.
Para Manrique, el río representa el fluir del tiempo y la fugacidad de la vida humana, que termina inexorablemente en la muerte. Así lo expresa en sus famosas coplas, donde el río se identifica con nuestras vidas y la mar con el más allá:
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
Manrique utiliza el río como una metáfora sencilla y directa, sin entrar en detalles ni descripciones. Su visión es pesimista y resignada, acorde con su contexto histórico y su ideología cristiana.
Machado, en cambio, tiene una visión más compleja y variada del río como símbolo de la vida. No se limita a una sola imagen, sino que explora diferentes aspectos y sentidos del río-vida. Además, incorpora reflexiones metafísicas y filosóficas sobre la naturaleza y el sentido de la existencia.
Machado no parte de la identificación entre el río y la vida, sino que llega a ella mediante un proceso poético. A veces, humaniza el río y le atribuye rasgos vitales, como el movimiento, el sonido o el sentimiento. Otras veces, se identifica con el río y lo convierte en un reflejo de su estado de ánimo o de su pensamiento. En ocasiones, contrapone el río a otros elementos naturales, como el mar o la fuente, para expresar diferentes concepciones de la vida.
Veamos algunos ejemplos de estos procedimientos en sus poemas:
El río vive: Machado personifica el río y le otorga una vida propia, independiente de la del poeta. Así lo vemos en estos versos:
El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y Castilla.
¡Oh tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades,
caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando las viejas tradiciones,
al son de los panderos,
por esos pueblos pardos del alto Duero!
Aquí el río aparece como un ser vivo que atraviesa el paisaje castellano, contrastando con la tierra triste y noble, yerma y rocosa, donde apenas hay signos de vida humana o vegetal. El río es el único elemento dinámico y sonoro que rompe la monotonía y el silencio del entorno.
El poeta se identifica con el río: Machado se siente parte del río y lo utiliza como un símbolo de su propia vida. Así lo muestra en estos versos:
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Y yo me alegré tanto,
tanto que no pude hablar,
y me quedé extasiado
mirando al nuevo sol.
Desperté. ¿Dónde estaba?
¡Ay! ¡Qué triste despertar!
¿No veis? ¡Qué sol más negro
vive en mi triste soledad!
Aquí el poeta sueña que tiene un sol dentro de su corazón, que le da calor y luz, pero también le hace llorar. El sol es una metáfora de su amor, que le llena de alegría pero también de dolor. Al despertar, se da cuenta de que todo era una ilusión y que su realidad es oscura y solitaria. El sol se ha convertido en un sol negro, que no ilumina ni calienta, sino que oscurece y enfría. El poeta se siente como un río sin agua, sin vida.
El río se contrapone a otros elementos: Machado establece comparaciones y oposiciones entre el río y otros símbolos naturales, para expresar diferentes visiones de la vida. Así lo hace en estos versos:
¿Tu verdad? No, la Verdad,
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.
¿Qué es la verdad? ¿Existe una verdad única y absoluta, o hay tantas verdades como puntos de vista? Machado plantea esta cuestión filosófica mediante una metáfora hidrológica. La verdad es el mar, el destino final de todos los ríos, donde se funden y se pierden sus diferencias. La verdad de cada uno es el río, el camino que recorre cada vida, con sus curvas y sus cauces, sus afluentes y sus desembocaduras. El poeta invita al lector a buscar la verdad común, el mar, y a dejar de lado la verdad particular, el río.
Como vemos, Machado utiliza el río como un símbolo polisémico y versátil, que le permite expresar su visión de la vida desde diferentes perspectivas. Su poesía es un río que fluye con variedad y profundidad, que se nutre de diversas fuentes y que busca el mar de la verdad.
©Natuka Navarro