
Querido Diario, 23 de marzo 2017
Hoy, mis palabras buscan enredarse en la hoja como hojas al viento, llevando consigo un torbellino de sentimientos. Madrid, ciudad que respira entre nubes opresivas y árboles danzantes, es testigo de mis emociones rebosantes.
Mis pensamientos se deslizan hacia un recuerdo, una noche silenciosa con mi ordenador, apenas el módem encendido. En medio del sueño, la luz de la habitación irrumpió, no por una llamada telefónica, sino por el ladrido de mi dulce perrita. Al responder al teléfono, una voz grave me trajo noticias desgarradoras: mi madre había fallecido. Enmudecida, entregué el teléfono a mi esposo, incapaz de pronunciar palabra alguna.
El trayecto hacia el lugar donde reposaba mi madre se desvaneció en un vaivén de emociones, en una espera constante. La sala de espera fue testigo de una calma superficial, una alerta que apenas dejaba entrever la vorágine emocional que latía en mi interior.
El viaje de regreso, las lágrimas contenidas, la sensación de pérdida y el silencio resonando en cada pensamiento. Entre líneas, estas palabras intentan capturar un instante de mi mundo, un suspiro marcado por la presencia ausente que sigue latiendo en mi corazón.
Hasta pronto, querido diario.
©Natuka Navarro