Con un corazón propio, hemos sido olvidados.
En sus empinados muros se encuentra nuestro campamento nocturno.
Los que burlan a la muerte con la vida, estamos condenados
a ella, con sed de agua de manantial en liberación.
Envolvemos nuestros brazos alrededor de las rodillas,
tieso por el esfuerzo, no por el descanso.
En la parte posterior de la pared, la madera fresca se balancea.
Bajo sus raíces se escucha la tensión de los resortes.
Esta es nuestra vida. Ahí está nuestra alma.
Los que vienen a castigar, ¿Qué hacen para aflojarnos?
si conoce el camino, todo está bien.
Mas si nos alejamos de los resortes, una lluvia del desierto nos aplastará.
Sin embargo, no hay que llevar las vasijas a la mesa caliente y seca.
No vamos a levantar la mano para pasar a la acción,
hasta que no bebamos de los pozos más profundos.
Entre las paredes de nuestro corazón se desea esperar la conversión.
©Natuka Navarro