Seremos náufragos en los mares de la nostalgia, caminantes de sueños entre horas de añoranzas donde duermen silencios.
Del silencio de un verbo que nace a la sombra, apoderándose de tristezas juguetonas. Extrañas palabras dibujando esa realidad, desapareciendo cruelmente por el desagüe del lavabo de nuestra inconsciencia.
Ella Cara a cara le gritó “Devuélveme la vida que he ido tejiendo”, Una música familiar se escuchó en el extraño lugar y entre ríos de lamentos se pasó su tiempo.
Ella se había ataviado para el encuentro, con la nostalgia que se la caracteriza y la envuelve.
Había perdido la confianza. Con manos temblorosas, fue descubriendo extraños lugares, ya no era dueña de sus actos, era tontería poner resistencia a lo inevitable, y descansó en la orilla del río. Fue una premonición, un presentimiento donde el ahora siempre es demasiado tarde.
Pienso “¿Podré encontrar la calle de la esperanza para saltar al abismo de mis lamentos?”
Entre lo imposible y lo soñado, abrazada a la eternidad, la vi escondida como un furtivo. Un vacío resurgió rasgando cicatrices de momentos.
Yo pregunto no sé a quién. Los días pasan sin que nadie de respuesta a mis dudas.
Por el río de la vida, va navegando mi pena,
nadando a contracorriente, olvidé cual es mi lema,
la parca muy lista se unió, al destino obsesionada,
desde entonces, ella está, todo el rato, dando vueltas.
Seré vagabunda y peregrina de un instante. Lanzaré la botella con un mensaje guardado en los mares de la desconfianza, para que como náufrago queme los destinos sin colores, que van a parar a la mar
El río pasa a unos metros, soy ese río de sombras, esperando en el barrio del olvido.
A lo lejos se puede divisar el horizonte y la puerta entreabierta del más allá.
Hoy estamos aquí… mañana Dios dirá.
©Natuka Navarro