
«Delicadeza»
Hace mucho tiempo, cuando no sabía escribir ni hablar, vivía entre la dulce melancolía que mis padres me podían dar. No éramos ni ricos ni pobres, pues la comida siempre estaba lista para comer: filetes de verduras, eso es lo que hacía mi madre con las acelgas que cocía, lo que sobraba y tenía que tirar. Nos lo comíamos como si fuera lo más delicioso del mundo.
Y las empanadas rellenas de algo que nunca supe qué llevaban dentro, mi madre me las daba con cariño, aunque ni siquiera yo tenía ganas. Hoy, cuando ha pasado el tiempo, recuerdo los garbanzos machacados con un tenedor y un poquito de aceite. ¡Qué bendición para mis delicadezas!
Recuerdo con esperanza todo lo que aprendí de mi familia: que con un poco de pan, un poco de ajo y un huevo escalfado, haces una sopa. Barato todo, pero te pones fino y satisfecho.