El Odio, Sonrisa de Oscuridad
¿Qué podemos decir del odio, ese sentimiento tan antiguo y tan vivo en nuestro tiempo? ¿Cómo puede superar cualquier obstáculo con tanta facilidad? ¿Cómo puede ser tan ágil, tan veloz, tan saltarín?
No se parece a los demás sentimientos. Es más grande y más pequeño que ellos a la vez. Es capaz de crear las razones que lo alimentan. Si se duerme, no es para siempre. Si no duerme, se hace más fuerte.
No le importa la religión o la falta de ella, solo le pide que se arrodille al principio. No le importa la patria o la ausencia de ella, solo le sirve para romper y correr. Le basta con ser amable y justo al principio. Luego sigue su camino solo. Odiar. Odiar. Su rostro se contorsiona en una sonrisa de amor extático.
Ay, esos otros sentimientos, tan cojos y tan lentos. ¿Cuándo han podido contar con multitudes? ¿Cuándo ha ganado la compasión la carrera? ¿Cuántos se llevará la duda tras de sí? Solo ella, que conoce a los suyos, los secuestra.
Es talentosa, inteligente, muy trabajadora. ¿Hace falta decir cuántas canciones ha compuesto? ¿Cuántas páginas de historia ha escrito? ¿Cuántas alfombras de gente ha tendido en cuántas plazas, estadios?
No nos engañemos: ella puede crear belleza. Su brillo en la noche oscura es maravilloso. Grandes nubes de explosiones en el alba rosa. Es difícil negar el patetismo de las ruinas y el humor obsceno de la robusta columna que se alza sobre ellas.
Es una maestra del contraste entre el estruendo y el silencio, entre la sangre roja y la nieve blanca. Sobre todo, no se cansa nunca del tema de un limpio torturador sobre una sucia víctima.
Está lista para nuevas tareas en cualquier momento. Si tiene que esperar, espera. Dicen que es ciega. ¿Ciega? Tiene los ojos agudos de un francotirador y mira con audacia hacia el futuro, solo ella
Natuka Navarro©