
El Refugio del Silencio
Un susurro en la brisa se despliega,
como notas que en eco reverberan,
canción que en lágrimas se integra,
profunda historia que el monte recuerda.
La melodía, un lamento vibrante,
resuena en el alma de los árboles,
Filomena blanca, tiernamente amante,
responde al llanto en tonos invariables.
Nemoroso, en su último aliento,
dejó su canto en el aire eterno,
historia que clama ser revelada,
por vos, Musas, de forma magistral.
¡Oh, Piérides, guía mi pluma
para contar el final de esta trama!
No puedo, no osaré,
debilitado está mi voz, mi llama.
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El peso de la fama no lo abraza,
evita el sufrimiento del halago,
se regocija en su soledad sin tasa,
lejos del torpe juego del estrago.
No ruega, no simula, no se queja,
bajo la sombra de un árbol querido,
contando sus ganados con conseja,
lejos del brillo, el oro malvenido.
La paz halla en la verde arboleda,
plata y oro le son nada seguro,
rechaza lo que la ambición hereda,
cabeza en alto, evita ese apuro.
El peso del renombre no lo abraza,
prefiere la quietud, su tesoro,
en la arboleda, la paz es su alabanza,
alejado del ruido, es su decoro.
©Natuka Navarro
¡Este poema es un susurro melódico entre los árboles! Captura la esencia de la naturaleza y la paz en medio del silencio. Es una oda a la belleza de la soledad y la renuncia al peso de la fama.