Ser español, mecido por la historia,
es arder con Doñana, temblar en Lorca.
Es sentir la magia de meigas en Galicia,
y en Valencia, abrazar la lengua compartida.
En Albacete o Málaga, la feria es canto,
un deseo de explorar, sin comparar encanto.
Andalucía, con su playa, nieve y desierto,
una joya completa, un regalo cierto.
De Serrat, el Mediterráneo nos canta,
la movida madrileña, vida que encanta.
En Ceuta, el abrazo del mar atlántico,
en cada rincón, un paisaje poético.
Es pedir a tu amiga catalana,
enseñarte sardanas, danzas que emanan.
Asturiano, escancia la sidra con arte,
de la tierra del Nobel, un orgullo que parte.
La cervecita a las 13, orujo gallego,
siesta y calimocho, en el juego juego.
La paella, la tarta de Santiago que endulza,
y las croquetas de la abuela, la cocina que abraza.
Números en euskera, pinchos en la barra,
en las playas gaditanas, la saeta se ampara.
En Salamanca y Segovia, historia y belleza,
es ser pequeña y ser grandemente pieza.
En el camino de Santiago, septiembre frío,
descubrir Mallorca, paraíso bravío.
La indignación ante la corrupción que duele,
el deseo de un país sin penas crueles.
Ser español es más que política,
es sentir la patria, la tierra magnífica.
Quererla con defectos, sueños y quebrantos,
contribuir al bien, en cada paso, en cada canto.
Así, en cada rincón de esta tierra,
late el corazón de una España sincera.
No es odio ni división lo que se canta,
ser español es amor, es esperanza.
©Natuka Navarro