Huella Salada
El dolor, vasto mar sin orilla fija,
abraza y consume, fuego interno ardiente,
herida abierta, persistente y latente,
misterio que en palabras se vasija.
Experiencia universal que amotina,
humanos afrontan su peso imponente,
físico o en almas, lamento doliente,
causa, variada, que a todos domina.
Pérdida, dolencia, trauma profundo,
desgarro que el ser interior desangra,
fuerza avasallarte, oscuro segundo.
Mas, en su ola, enseña y reconfigura,
forja empatía, ternura en lo fecundo,
del dolor surge vida con premura.
En su misterio, lección sin medida,
el dolor revela en su hondo abismo,
fuerza escondida en su amargo cinismo,
resiliencia forja en su propia herida.
Enseña del amor, pérdida temida,
lazos que se estrechan en su cataclismo,
y en su paso frágil, como un esquema,
la vida cobra sentido en su guion sumido.
Así, el dolor nos lleva a comprender,
la frágil belleza de existir sin freno,
y en su carga, aprendemos a crecer,
valorando el vínculo humano, ameno.
El dolor, maestro en su oscuro ser,
nos enseña a apreciar el universo pleno.
***
En el vasto mar del dolor me hallo,
sin orilla alguna, me envuelve entero,
arrastrando sin pausa, sombrío aguacero,
sin compasión, un peso que me ensayo.
Es un fuego interno, abrasador,
consumiendo fuerzas con su aliento,
dejándome sin brío, sin sustento,
un ardor que hiere sin tener perdón.
Una herida que persiste, sin cura,
atormentarme, día y noche inclemente,
sin alivio, su aflicción perdura.
Misterio sin respuesta evidente,
realidad universal, dura y oscura,
forjando en cada alma su simiente.
El dolor, maestro de verdad cruda,
crecimiento forzoso, lección de altura,
en sus garras, aprendizaje ayuda,
sentido hallamos en su amarga lectura.
En su eco, maduramos, sin duda,
descubriendo en la vida su hondura.
***
Surcos que el dolor en mi rostro esculpe,
lágrimas como surcos tallados a fuego,
olas que embisten, furias de deseo,
costas que el llanto implacable recubre.
Recuerdos sorpresivos, olas que invaden,
me llevan a un pasado, instantes sin aviso,
remontan los tiempos, aquellos quebrados,
un eco distante de un tiempo preciso.
Mi corazón se hunde, semeja proa en mar,
su peso se siente, un lastre en el pecho,
el alma se pierde, en la noche, a vagar.
En la penumbra, un sentimiento deshecho,
luz que se eclipsa, susurros en el zar,
lágrimas grabadas, testigo y despecho.
©Natuka Navarro