«La Gran Aventura De La Gallina Cloaca Y Su Ventana Perdida»
En lo alto del corral vivía una gallina llamada Cloaca. Era conocida por todos los animales como la más gruñona de la granja, pero también era la presidenta del corral, un título que se tomaba muy en serio. Desde su ventana, vigilaba todo lo que sucedía, asegurándose de que las puertas estuvieran cerradas y que los gallos no causaran problemas.
Un día, al despertarse, Cloaca notó algo extraño: ¡la ventana que tanto apreciaba había desaparecido! “The window is gone”, gritó, con su plumaje completamente erizado por la indignación. Como presidenta, no podía dejar pasar semejante falta de respeto.
Decidida a resolver el misterio, Cloaca salió de su corral y llamó al gallo del bajo, conocido por ser el más astuto de la vecindad. Con la cresta al viento, se dirigió hacia él y exclamó:
—Oiga usted, gallo del bajo, ¡me han robado my window!
—Eso pasa por no cerrar la puerta de entrada —dijo el gallo mientras se acomodaba las plumas—. ¿Qué quiere que le diga en este momento? No he visto nada, señora presidenta.
Cloaca, furiosa, no se conformó con esa respuesta y continuó con su investigación. Caminó por todo el corral, asegurándose de que cada gallo escuchara su queja.
—Si no hay un elevador para subir y bajar con elegancia, ¡me sentiré mucho mejor cuando pongamos another window! —decía mientras hacía planes para cambiar la ventana perdida.
El gallo del bajo, que la observaba desde lejos, decidió intentar calmarla.
—Señora Cloaca, no ha subido nadie por aquí, y no he visto a nadie llevarse that window. Quizás deberíamos poner un elevador antes de preocuparnos por la ventana.
—¡Nada de eso! —respondió Cloaca, aún más irritada—. Si no hay un elevador, no pondré nada for the window.
A pesar de sus quejas, Cloaca no pudo encontrar al culpable ni recuperar su ventana. Mientras seguía subiendo a su corral y gritaba su frustración, los demás animales empezaron a susurrar entre ellos: «Ahí va la gallina Cloaca, la más gruñona de todo el universo».
Finalmente, decidió resignarse. Se sentó en su nido, mirando el hueco donde solía estar su amada ventana, pensando en lo injusto que era el mundo. Quizás, pensó, un elevador podría hacerla sentir mejor. Pero hasta entonces, seguiría siendo la presidenta más gruñona del corral.