
En el mundo imaginario de Eolande, existía un poderoso ser conocido como la Gran Madre. Esta diosa creó a los primeros seres vivos y los dotó de vida y sabiduría. Junto a ella, habitaban otros dioses y criaturas fantásticas, cada uno con habilidades únicas y personalidades distintas.
Sin embargo, en el corazón de Eolande surgió un problema. Un malvado dios llamado Xalax había decidido conquistar el mundo y esclavizar a todas las criaturas. Los dioses se unieron para detenerlo, pero Xalax era demasiado poderoso y su ejército inmortal lo seguía a todas partes.
La Gran Madre, viendo la desesperación en los ojos de sus hijos, decidió crear un arma que pudiera derrotar a Xalax: la Espada de la Luz. Esta arma mágica era capaz de cortar a través de cualquier material y emitía un brillo cegador que desorientaba a los enemigos.
La Gran Madre entregó la Espada de la Luz a un joven guerrero llamado Aiden, quien había demostrado su valentía y astucia en la batalla contra Xalax. Aiden partió en busca del ejército de Xalax, dispuesto a liberar a su pueblo del yugo de la esclavitud.
Durante años, Aiden luchó contra el ejército de Xalax, dejando un rastro de victorias y tragedias a su paso. En cada batalla, la Espada de la Luz se demostraba un arma invencible, capaz de cortar a través de la armadura más fuerte y destruir a los guerreros más hábiles.
Finalmente, Aiden y Xalax se enfrentaron en un duelo épico en la cima de una montaña. Durante horas, ambos lucharon con todas sus fuerzas, pero al final, Aiden logró golpear a Xalax con la Espada de la Luz, partiéndolo en dos.
Con la muerte de Xalax, su ejército inmortal desapareció y las criaturas de Eolande volvieron a ser libres. Aiden regresó a su pueblo como un héroe, aclamado por su valentía y por haber salvado el mundo. La Gran Madre, feliz por el éxito de su creación, guardó la Espada de la Luz en un lugar seguro, lista para ser utilizada si alguna vez el mundo de Eolande necesitara de nuevo su ayuda.
©Natuka Navarro
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