A esa mi Dama de Plata, Hazte cargo del frío, hija del Sol, Y si te miro sigo creyendo en ti en la altura del elevado espacio aéreo… Hazle sentir mi nombre, mi espíritu agitado, Decirle en voz alta que quiero a la Primavera Dile que mi insolente belleza! El temblor mi pecho, Espacio para ser silenciados, desmantelar las escenas… Si por eso en el secreto de mi humilde imaginación de los impactos de Darío amanecer y el paso de dar Sensibilidad moderada, halo de ternura no quedaba nada en esa habitación polvorienta El frío, medía lo raro de esta estancia abuhardillada Agitar, ocultar y oscurecer a las autoridades de los amantes, A los cabales caóticos despiertos y dormidos, Entonces se reunirá con mí y será mi amante… |
La noche había caído en el aire sereno de la tarde
y con una idea repentina encendida de un candelabro, subió las escaleras hasta el sombrío pasillo, de esa mujer de plata.
De una puerta cerrada, con un picaporte que la bloquea.
Me habré equivocado, pensó, en la oscuridad, de este extraño lugar en un sitio mal iluminado, en el que irradiaban las historias del pasado.
¿Múltiples libros de historia del amor?
Ha girado la mirada a la a la siniestra Y diestra y, ha alzado el cierre con miedo de saber, y con el fin de abrir la puerta y empujarla al vacío.
©Natuka Navarro