
La Química del Amor – Capítulo Dos
Valeria pasó el resto de la mañana intentando concentrarse en su trabajo, pero sus pensamientos siempre volvían a Daniel. La posibilidad de colaborar en un proyecto tan emocionante, uno que tocaba no solo sus intereses científicos, sino también sus emociones, la llenaba de una energía que no había sentido en mucho tiempo. Se preguntaba si él también había sentido la chispa que había surgido entre ellos, o si para él solo había sido un momento trivial.
Después de almorzar, Valeria se dirigió al laboratorio con anticipación. Cuando llegó, encontró a Daniel ya esperándola, revisando algunas notas en su tablet. Al verla entrar, levantó la vista y le sonrió, una sonrisa que hizo que el corazón de Valeria latiera un poco más rápido.
—Justo a tiempo —dijo él, guardando la tablet y acercándose a ella—. Estaba pensando en algunas ideas para nuestra colaboración. ¿Tienes algún enfoque en mente?
Valeria asintió, tratando de mantener la calma.
—Sí, estuve pensando que podríamos empezar analizando cómo los diferentes neurotransmisores, como la dopamina y la oxitocina, influyen en la formación de vínculos emocionales. Podríamos utilizar técnicas de espectrometría de masas para medir las concentraciones en situaciones específicas.
—Eso suena perfecto —respondió Daniel, claramente impresionado—. Creo que podemos obtener resultados muy interesantes. Además, si combinamos eso con estudios de comportamiento, podríamos tener un enfoque multidisciplinario muy sólido.
Mientras discutían los detalles del proyecto, Valeria se dio cuenta de lo fácil que era hablar con Daniel. Había una fluidez en su comunicación que iba más allá de lo profesional; parecía que cada palabra los acercaba más. A medida que intercambiaban ideas, la tensión inicial se fue disipando, dejando lugar a una camaradería que prometía ser la base de una colaboración exitosa.
—Bueno, creo que tenemos un buen plan de acción —dijo Daniel después de un rato, mirando a Valeria con una expresión que mezclaba admiración y algo más que ella no lograba descifrar—. ¿Qué te parece si comenzamos a trabajar en los experimentos mañana? Así tendremos tiempo de preparar todo el equipo y los reactivos.
—Me parece bien —respondió Valeria, sintiéndose más segura de sí misma—. Estoy emocionada por ver qué descubrimos.
—Yo también —dijo Daniel, y por un momento, el silencio entre ellos se llenó de una expectativa silenciosa—. Valeria, me alegra mucho que estés en este proyecto conmigo.
Sus palabras, simples pero sinceras, hicieron que el corazón de Valeria se acelerara. Era como si, de alguna manera, Daniel le estuviera diciendo algo más, algo que iba más allá de la ciencia. Pero antes de que pudiera responder, uno de los técnicos del laboratorio entró, interrumpiendo el momento.
—Perdón por la interrupción, pero necesitamos revisar unos datos del último experimento —dijo el técnico, señalando a Daniel.
—Claro, ya voy —respondió Daniel, lanzándole una mirada a Valeria—. Nos vemos mañana, entonces.
—Hasta mañana —dijo ella, sonriendo mientras lo veía salir.
Esa noche, Valeria se encontraba sola en su apartamento, reflexionando sobre lo ocurrido. Había algo en Daniel que la atraía, algo que iba más allá de su pasión compartida por la ciencia. Pero al mismo tiempo, sentía una incertidumbre que no podía ignorar. ¿Era posible que la química entre ellos fuera más que una simple reacción científica? ¿Podía ser el comienzo de algo más profundo, algo que desafiaría su comprensión racional del amor?
Mientras se acomodaba en su cama, Valeria decidió que estaba dispuesta a averiguarlo. Quizás, en esa colaboración con Daniel, encontraría no solo respuestas a sus preguntas científicas, sino también a las de su corazón.