Los hijos del Edén MITOLOGIA
Los hijos del Edén eran los habitantes de la Atlántida, una isla mítica que se decía que estaba situada más allá de las Columnas de Hércules. Según la leyenda, los atlantes eran descendientes de Poseidón, el dios del mar, y Clito, una mortal. Poseidón les había regalado una tierra fértil y rica en recursos naturales, donde construyeron una gran civilización.
Los atlantes eran sabios y virtuosos, y vivían en armonía con la naturaleza y los dioses. Tenían un sistema político justo y democrático, y se dedicaban al arte, la ciencia y la filosofía. Su capital era una ciudad maravillosa, rodeada por un anillo de agua y otro de tierra. En el centro se alzaba el templo de Poseidón, donde guardaban un orbe de oro que simbolizaba su poder y su alianza con el dios.
Pero con el paso del tiempo, los atlantes se volvieron orgullosos y ambiciosos. Empezaron a codiciar las riquezas y los territorios de otros pueblos, y se lanzaron a conquistarlos con su poderosa flota naval. Se olvidaron de su origen divino y de su deber moral. Se corrompieron por el lujo y la decadencia. Y desafiaron a los dioses con su arrogancia.
Entonces Zeus, el rey de los dioses, decidió castigarlos por su soberbia. Convocó a los demás dioses en el Olimpo para decidir su destino. Y acordaron enviarles una serie de cataclismos que acabarían con su imperio: terremotos, volcanes, inundaciones…
Así fue como la Atlántida desapareció bajo las olas del mar en un solo día y una noche. Solo quedó el recuerdo de su gloria pasada en las leyendas que contaban algunos sabios como Platón o Solón.
Y así fue como los hijos del Edén perdieron su paraíso por culpa de su propia hybris.
Pero no todos los atlantes perecieron en el cataclismo. Algunos lograron escapar en sus barcos y se dispersaron por el mundo. Llevaban consigo parte de su conocimiento y de su cultura, que transmitieron a otros pueblos. Así se dice que los egipcios, los griegos, los mayas o los celtas recibieron la influencia de los hijos del Edén.
También se dice que algunos atlantes se refugiaron en lugares secretos y ocultos, donde conservaron su identidad y su legado. Algunos creen que esos lugares son las islas Canarias, las Azores o Madeira. Otros piensan que son el Tíbet, el Himalaya o Shambhala. Y otros más osados afirman que son la Antártida, el Triángulo de las Bermudas o el centro de la Tierra.
Sea como sea, lo cierto es que la Atlántida sigue siendo un misterio que fascina a muchos buscadores de la verdad. Algunos sueñan con encontrar sus ruinas bajo el mar o en algún rincón perdido del planeta. Otros intentan descifrar sus secretos a través de antiguos textos o visiones místicas. Y otros simplemente se conforman con imaginar cómo era la vida en aquel paraíso perdido.
Pero quizás lo más importante no sea encontrar la Atlántida física, sino la Atlántida espiritual. La que nos recuerda nuestro origen divino y nuestro potencial humano. La que nos invita a vivir con sabiduría y virtud, en armonía con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza. La que nos desafía a superar nuestros límites y a crear un mundo mejor.
Quizás esa sea la verdadera herencia de los hijos del Edén.
©Natuka Navarro
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