Aunque los mitos celtas no fueron registrados por escrito hasta el siglo XI d.C., la mayoría de las leyendas provienen principalmente de Irlanda y Gales, extendiéndose también a Escocia, Cornualles y Bretaña (en Francia). Debemos agradecer especialmente a los mitos galeses, y en menor medida a los irlandeses, por las leyendas relacionadas con el Rey Arturo. Mientras que el romance medieval de Tristán e Isolda, originario de Bretaña, ganó popularidad en toda Europa continental y las Islas Británicas.
Aunque la literatura celta no se manifestó hasta la Edad Media, los celtas y sus tradiciones religiosas existieron durante la antigua Roma.
La mitología celta no presenta una única versión o descripción de la creación, a diferencia de otras religiones y mitologías. Algunos mitos celtas sugieren que el cielo y la tierra fueron creados por gigantes, considerados como los antiguos dioses originales. Otro mito celta describe la creación como resultado del aliento del primer dios primordial, que mediante una melodía trajo la existencia a la creación.
El siguiente pasaje proviene de un mito celta que relata que al inicio de la creación, no había vida, dioses ni humanos en la tierra. En ese tiempo, solo existía el mar, que se fusionó con la tierra para dar origen a una yegua blanca llamada Eiocha.
La narrativa continúa con la aparición de un roble que creció en la tierra, donde Eiocha dio a luz al primer dios, Cernunnos. Este dios se emparejó con Eiocha, engendrando así más dioses. Sin embargo, al sentirse solos, crearon al primer hombre y mujer, junto con otros animales, a partir de la madera del roble. Incluso los gigantes nacieron de la corteza de un árbol que Eiocha arrojó al agua.
Debido a la falta de registros precisos sobre el origen de estas historias, no se puede determinar si son relatos originales o creaciones posteriores. Dado que muchos mitos celtas se transmitieron oralmente, las influencias cristianas pueden haber alterado y distorsionado estas narrativas con el tiempo.
©Natuka Navarro