Pedro llegó al parque «Ventanas» a la hora indicada, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Había recibido una carta de Ana, una niña con la que solía compartir dulces y con la que tuvo un beso robado hacía mucho tiempo. La carta le pedía que se encontraran en el parque a las cuatro de la tarde y Pedro no podía creer que finalmente estuviera a punto de volver a ver a Ana después de tantos años.
Cuando llegó al parque, vio a Ana de pie frente a él, con un hermoso vestido y una cartera en las manos. Los ojos de Ana brillaban con tanta emoción como los de Pedro y los dos se abrazaron con fuerza, incapaces de expresar con palabras lo que sentían en ese momento. El amor entre ellos era tan fuerte como siempre y Pedro no podía esperar para pasar el resto de su vida junto a Ana.
Después de un largo y emocionante abrazo, Pedro y Ana finalmente se separaron y se sentaron en un banco cercano para charlar y ponerse al día. Había tantas cosas que contarse después de tantos años separados y ambos estaban ansiosos por escuchar todo lo que había sucedido en el tiempo que habían estado lejos el uno del otro.
Mientras hablaban, el sol comenzó a ponerse y pronto el cielo estuvo teñido de rojo y naranja. Pedro y Ana se dieron cuenta de que habían estado hablando durante horas y todavía tenían mucho más que decirse. Así que decidieron caminar por el parque mientras continuaban su conversación, disfrutando del hermoso atardecer y del amor que compartían. A medida que la noche caía, Pedro y Ana se dieron cuenta de que habían encontrado algo muy especial y que no querían separarse nunca más.
©Natuka Navarro
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