la escritura de cartas está desapareciendo, el vínculo con esa persona, que te lee, y es una pena… La carta es una parte de mí, cuando escribo te cuento lo que siento en ese momento, allí escribimos con nuestro ser más profundo: el Alma. La carta es un momento privilegiado para quienes la esperan. La escritura no sabe lo que es la distancia, y las palabras no se esconden definitivamente al pulsar la tecla Suprimir… Dicha carta tiene nuestro código de ADN, incluso cuando lames el sello. Continúan, quizás escondidos en algún armario entre los restos de papel. Tal vez en una caja de cartón con un sobre atado con cinta roja, o tal vez tirado en un cajón del escritorio. Y un día, en algún lugar, cuando ya no estemos, alguien los leerá y volverá al tiempo detenido entre los pensamientos escritos en el papel: nuestro tiempo, aquí y ahora, en nuestras mentes.
En este sentido, existen diferentes listas. A los que son para el día a día, se les llena la boca de pensamientos o preguntas, o los presentan con un grano de sal. Pero somos todos auténticos, libres a la par que la libertad de pensamiento.
Sabemos pensar, podemos, conocemos. E incluso si pensamos mal, el tiempo y la paciencia adquirida a lo largo de los días o los lustros nos dan la oportunidad de corregir el rumbo. Y es que solamente a través de los errores es posible descubrir y acercarse a la verdad sobre nosotros mismos. Porque, en efecto, conocernos a nosotros mismos es sentir la armonía total del Alma y del Cuerpo.
Al escribir cartas no es solo una relación incorpórea, el intercambio de opiniones, pensamientos, significados y valores. Las cartas son valiosas en sí mismas, porque no hay ninguna caricia en estas listas. A través de las palabras te entregas a la Amistad y te abres al Otro…Y su calor y su amable sonrisa están en cada carta.
©Natuka Navarro
Querido Diario 23 de marzo de 2022