Trazando el camino de la comunicación respetuosa
Había una vez un joven llamado Alejandro, a quien le apasionaba la escritura y la comunicación. Siempre buscaba la manera de expresarse de forma clara y respetuosa, pero sentía que algo le faltaba en sus comentarios. Decidió crear una filosofía personal para guiar sus interacciones y darle más profundidad a sus palabras.
Alejandro dividió sus comentarios en dos partes: la «Parte 1» y el «Saludo a las personas humanas». La Parte 1 era el contenido principal de su comentario, donde expresaba su opinión o su punto de vista sobre el tema en cuestión. El Saludo a las personas humanas era una frase cortés y amigable que añadía al final de su comentario, para mostrar su respeto y aprecio por los demás.
La Parte 2 se convirtió en un espacio fundamental donde Alejandro reflexionaba sobre cómo debía actuar y cómo no debía actuar. Aquí, se recordaba a sí mismo la importancia de ser amable, respetuoso y considerado en sus palabras. También se recordaba la necesidad de escuchar a los demás y ser receptivo a diferentes perspectivas..
Esta filosofía le permitió a Alejandro determinar cuándo era el momento adecuado para pensar por sí mismo y cuándo debía compartir sus pensamientos. Aprendió que debía tomarse un tiempo para reflexionar sobre sus ideas antes de expresarlas, especialmente si el tema era delicado o controvertido. Así, evitaba reaccionar impulsivamente y se aseguraba de que sus comentarios fueran constructivos y bien fundamentados
A medida que Alejandro aplicaba su filosofía en sus interacciones cotidianas, notó un cambio positivo en la forma en que se comunicaba con los demás. Sus comentarios se volvieron más equilibrados y generaban un impacto más significativo en las personas. Sus amigos y conocidos comenzaron a apreciar su enfoque respetuoso y considerado, lo que fortaleció sus conexiones y amistades.
Con el tiempo, Alejandro se convirtió en un comunicador hábil y respetado. Comenzó a compartir su filosofía con otros, animándolos a pensar en su forma de interactuar y a considerar cómo sus palabras podían influir en los demás. Juntos, comenzaron a construir un entorno más empático y comprensivo, donde el intercambio de ideas se llevaba a cabo de manera constructiva.
Y así, la filosofía de Alejandro siguió creciendo y resonando en la comunidad.
Fin.
Natuka Navarro©