En los primeros años de la historia de la humanidad, los ensayos tienen formas variables y, por lo tanto, es comprensible que, aunque se han hecho numerosos intentos de dar una definición al ensayo, ninguno de ellos haya tenido un éxito completo.
En la mayoría de estos esfuerzos solo se ha conseguido abarcar una parte de las obras que habitualmente se catalogan como ensayos.
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No te quiero excepto cuando te amo; pasé de amarte a no quererte, de prepararme a no prepararme, y mi corazón se mueve del hielo al fuego. Solo te amo por que eres tú a la que quiero; yo te odio profundo, y odiarte se inclina hacia ti, y la magnitud de mi renovado afecto por usted consiste en que no te miro, pero te quiero de forma ciega. Quizás la luz de octubre consume mi alma y su cruel destello, y me roba la tecla de la auténtica calma. Y en esta parte de la historia Yo soy el que renace, el solo, y viviré de amor puesto que te amo, dado su amor, con fuego y sangre.
Con mi amiga Me enfadé:
miira, mi enojo acabó,
Iba a enfadarme,
con esa rival:
mi furia, así creció
le dije, ahora que no.
Regaba en los recelos,
noche y mañana con mis llantos;
Y lo tomé con una sonrisa,
Y mediante engaños suaves.
Y aumentó día y noche,
En el momento del nacimiento
de una manzana brillante.
Y mi enemiga la vio nacer…
Y ella sabía que era mía,
En mi casa, me robaron…
se había ocultado en el poste;
la mañana encantada de ver
mi enemiga extendida…
debajo de un árbol.
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| ©Natuka Navarro |
