Algunos años atrás, cuando pensé en empezar una página de poesía, me dije esto, «Estoy a punto de escribir un poema»
Mi idea se lo comente a mi amigo García Lorca… Estoy a punto de escribir un poema, Si quieres que siga me dices…adelante.
Me dijo…Esta idea, del sitio de poesía, es muy buena».
Comencé a escribir una pagina en «Poemas cortos» estaba lista. miré a García Lorca, Le miré y supe que tenía, su vistazo.
Técnicamente, es el mejor poeta, con sus rimas y metáforas internas. Me encantó entonces, y sigue siendo mi favorito.
El más famoso de los granadinos es Federico García Lorca. Un dramaturgo, escritor, poeta y director de teatro que nació en 1898. Está considerado como el mejor poeta español.
He leído «La Casa de Bernada Alba» es una buena obra. A partir de entonces he conocido más a Lorca.
En esta entrada, he decidido profundizar, en el universo de Federico García Lorca, recorriendo sus pasos y juntándolo con mis pasos, juntos los dos, hicimos este poema…
Es una expresión de asombro, una sonrisa, un suspiro de sorpresa:
Deseo seducir odas de miradas, ser el rostro que sus ojos de cristal trazan.
Tengo esperanza.
Estoy vacilante.
Siento curiosidad.
Estoy inquieta.
No encuentro motivos para ello.
Pienso en la traición.
Y no me enterrarán.
Mis cuidadosos pasos, me llevan a la mesa donde él se sienta.
Los ojos me arden cuando le pregunto sobre «Sonetos gongorinos».
Me miró lentamente y sus ojos claros se iluminan.
Se vierten en mí, un túnel oscuro iluminado, que me rasga la costura.
Estoy abrumada.
Estoy inspirada.
Estoy flotando.
No estoy segura.
No tengo estabilidad.
No Tengo tranquilidad.
Y estoy detrás de la cortina.
Hablamos todos los días, y el almuerzo es una comida compartida.
Aprendo el sonido de su risa, el brillo de sus ojos de candelabro.
Es como una naranja, con una piel dura que hay que pelar.
Debajo, está lleno de jugo dulce y satisfactorio; un alma honesta, nada que esconder.
Estoy asombrada.
Estoy alegre.
Estoy entusiasmada. Estoy contenta.
No tengo rastro.
No tengo límites de donde puedo navegar.
Y no es nada, que nadie pueda evitar.
Salto por los pasillos todos los días, mientras los ojos me queman.
Susurran, se preguntan, y sin embargo no me importa.
Exploramos y reímos juntos, para que el mundo entero crea y vea.
Lo que hay entre nosotros es más, un diamante a su mica, y de los bordes afilados tienen miedo.
Somos una pareja.
Somos un equipo.
Somos elegidos. Somos interminables.
Estamos sin cartas.
Tenemos regalos de un mejor.
Y haremos la prueba.
Un día, corro a almorzar para darle un abrazo.
Pero el asiento de al lado está ocupado, una belleza rubia parlanchina.
Luego dice que ella es genial y se sienta en un aturdimiento de ensueño aunque yo le dé un tirón.
Me quedo mirando sus ojos de cristal marino, y trato de mirar más allá de las nubes durante tanto tiempo.
Estoy sorprendida.
Estoy desgarrada.
Me he caído. Estoy arriba.
Estoy sin ayuda.
No tengo guía para quien grite.
Y creo que estoy enamorada.
Ahora nos sentamos todos juntos, un equipo de tres en vez de dos.
Ella es todo lo que él ve, un rubí perfecto que le hace brillar puntos rojos en sus brillantes ojos.
Sigo buscando en el pasado, desesperado de que no fuera una mentira, temeroso de la verdad.
Una mirada a sus ojos de luz de luna, nunca mirando los míos, y quiero morir.
Soy su mejor amiga.
Soy una ayudante.
Soy su compañera. Soy una mujer.
Estoy sin su atención.
Tengo una visión perfecta de sus intenciones.
Y aún así me niego a ser más audaz.
Los veo tomados de la mano, pasando notas y riéndose juntos como nosotros.
Leí uno de ellos; el corazón que debería haber sido mío para declararlo.
Vi su primer beso, sus ojos de luz solar golpeando el agua que se apagaba al cerrar los párpados.
Su casillero está cubierto con ella, su olor, su sonrisa, y es demasiado para desnudarse.
Estoy temblando.
Estoy sollozando.
Estoy sola.
Estoy sin él.
No tengo forma de llegar al borde.
Y todo lo que puedo hacer es temblar.
En la clase de ciencia tenemos que diseccionar un ratón, cortando su alma.
Miro el cuchillo, su brillo me recuerda a él, a sus ojos vidriosos.
El cuchillo se mancha de repente con sangre, mi sangre, y grita como si yo fuera al fin audaz.
Finalmente me ve, y solo a mí, mis deseos cumplidos mientras suspiro.
Estoy muerta.
Me he ido.
Soy un susurro, que se repite una y otra vez.
No me falta el amor, que he encontrado.
Me dio, lo suficiente… para mantenerme sana y a salvo.
©Natuka Navarro
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