La poesía, tanto si se aprecia como si se es indiferente a ella, ha pretendido ser la traductora del corazón humano. Más que un juego de rimas, aprovecha los sonidos y los sentidos para expresar los sentimientos más matizados, y evoca imágenes que resuenan poderosamente en el imaginario. En su forma más elevada, provoca la intuición de las verdades más arraigadas de la vida y consigue que broten en las personas el valor, la ilusión y la esperanza de existir. El espíritu de la poesía: un desafío a los dioses que invoca: «¡A qué esperas!» ¡No puede durar! Lo infinito debe ser puntuado; ¡deja que se vaya!; ¡deja que se interrumpa! El espíritu de la poesía compara al ogro que extravía a sus hijos en la «selva oscura» en la que Dante comenzó perdiéndose; pierde los «significados» Todo lo que se ha afirmado en ese tiempo rápidamente, estaba a la espera de ser identificado, y sin duda sería mejor dejarse llevar por una potencia que tomar la delantera por un juego falso, pero finalmente alguien tiene que ponerse en marcha; el asunto ordinario, la patente, el enviado leal, el mensaje esperado, ¡le impacientaba!… La auténtica comedia engañosa, la disfrazada, la que el público ha desenmascarado de entrada no le basta. ¿O bien habría dos disimulos, y el primero, simpático y remediable, para prepararnos para el otro, «trágico»? El que es y no es – lo que es. En este caso también se expresa el Espíritu Poético, para responder espontáneamente al tratamiento de los asuntos más profundos del ser humano. A la luz del Plagio, «cada uno es un microcosmos. Al vivir aquí en la Tierra, el ritmo del universo que se prolonga infinitamente por arriba de nosotros cruza nuestra propia respiración. La poesía nace cuando las armonías se elevan en forma de resonancia entre ese inmenso cosmos exterior y nuestro cosmos humano interior. » © Natuka Navarro |