«Elegía de las Cosas Perdidas y el Amor que Vuelve»

«Elegía de las Cosas Perdidas y el Amor que Vuelve»

El poema que pides, hoy será el camino
por donde el alma ande con pasos de peregrino,
buscando en la memoria las luces de un destino
que el tiempo tejió lento, con hilo sutil y fino.

Dirá de aquel silencio que se instala en el pecho
cuando la primavera nos dejó en un lecho
de hojas secas y frías, de promesa y de despecho,
y el eco de tu nombre fue mi único derecho.

I. El Inventario de la Ausencia

Recuerda el corazón la hora en que te fuiste:
la niebla en la ventana, el aire que era triste,
y el tacto de tu mano que nunca más resiste
la presión de la mía. Desde aquel día exististe

en la forma de un hueco, de un espacio vacío,
de un libro sin palabras, de un seco manantial.
Y aprendí a contar los pájaros del frío,
a medir la distancia de lo que es inmortal.

Perdimos aquel pacto de vernos en las horas
en que la luna pálida se asomaba al balcón.
Quedaron las promesas, las viejas moradoras
de una casa de arena que perdió su razón.

Y aún guardo esa bufanda que tu cuello abrigaba,
y el suave escalofrío que su lana me dio.
Cada objeto es un fantasma que mi mente grababa,
la huella inextinguible de lo que ya no soy.

II. El Viaje Hacia la Luz

Mas el alma no es de piedra, ni de escarcha, ni de lodo;
y aunque la noche apriete, siempre buscará el faro.
El amor verdadero no se pierde del todo,
se transforma en el oro de un recuerdo más caro.

Comencé a caminar por sendas ignoradas,
donde el sol era nuevo y el viento era gentil.
Vi ciudades dormidas, montañas nevadas,
y en cada rostro ajeno, un rastro, una señal sutil.

Y fue en la media tarde, la misma hora lenta,
de mi balada antigua, de aquel dulce reposo,
donde la vida, sabia, se mostró más atenta,
y me enseñó a mirar lo que era más hermoso.

Que la ausencia es tan solo una forma de estar,
un modo diferente de tenerte presente.
Que el amor es el arte de saber esperar,
y la fe es la semilla que germina y se siente.

III. El Reencuentro Sencillo

Y entonces, sin buscarte, te encontré en la distancia,
en el eco de un verso, en la paz de la luz.
No eras la misma sombra, no eras ya la prestancia
de aquel primer abrazo que llevó nuestra cruz.

Eras la calma inmensa, la risa sin defensa,
la certeza de un puerto que al fin pude alcanzar.
Y supe en un instante, sin ninguna contienda,
que en ti mi largo viaje iba por fin a terminar.

Y el viejo reloj, cansado de sus penas,
volvió a marcar el ritmo de un tiempo original.
Porque el amor, ya sabes, aunque rompa las venas,
siempre será la historia de lo que es inmortal.

Así que aquí estoy, contigo, en este poema sin fin,
donde cada palabra es un pétalo nuevo.
Y aunque el mundo nos dicte su amargo confín,
nuestro amor es la aurora que vence y que elevo.

soñar desde adentro y renacer día a día.
(Escribo Para Que El Silencio No Duela.)
Natuka Navarro – Luna Poetiza


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