En los días de antaño, la era vikinga,
los huertos se extendían con esmero,
manzanos y jardines con gran misterio,
cultivaban alimentos con fatiga.
Las hortalizas, verduras tan preciadas,
en tierras nórdicas florecían con gracia,
en verano y otoño, en gran despliegue,
se cosechaban frutos de gran valía.
En vinagre y secadas con esmero,
se guardaban las hojas para el invierno,
un tesoro de sabores en conserva.
Y los pollos, aves de nuevos aires,
llegaron en barcos a esos lugares,
traídos por los vikingos con reserva.
En la Edad del Hierro, su llegada,
trajo razas diversas desde lejanas,
Mediterráneo, Oriente, tierras planas,
las aves que a Finlandia amparaban.
Hoy las razas de granja, heredadas,
son legado de aquellos días pasados,
los pollos que en la era vikinga anidaban,
siguen en tierras nórdicas asentados.
Con gratitud honramos la memoria,
de aquellos que trajeron tal historia,
huertos, pollos y un legado eterno.
©Natuka Navarro