
«La Mujer Del Retiro»
Apareció vestida de rosa,
como si la tarde la hubiera soñado,
brotando del alma dormida del Retiro,
más verdad que el día,
más leve que el recuerdo de un futuro.
No era una visión —era presencia frágil—
como si el tiempo la mirara sin atreverse.
Y yo…
yo no la vi con los ojos,
la sentí con esa parte del alma
que no miente.
Tal vez no la amé,
tal vez solo me encontré en su reflejo,
pero su paso deshizo mi certeza:
el amor no siempre llega a quedarse,
a veces viene,
breve,
fugaz,
para despertarnos
de una vida que no sabíamos dormida.
«La Mujer De Rosa»
Era yo,
la que caminaba entre la luz dorada,
como si el mundo me recordara
de algún sueño que aún no ha sucedido.
Vestida de rosa,
no por vanidad,
sino porque el alma a veces elige colores
para decir lo que la boca calla.
Era yo,
la que apareció en Madrid
como si surgiera del alma del Retiro,
sin saber que alguien me miraba
no con los ojos,
sino con el alma herida de belleza.
Y al ser mirada,
me recordé a mí misma.
Recordé que soy real
aunque parezca un suspiro,
que soy verdad
aunque tenga la forma de un sueño.
No sé si me amaron,
o si amaron la promesa que parezco,
pero supe …por fin…
que a veces venimos
no a quedarnos,
sino a despertar.
«A ti, Mujer De Rosa»
Sí, eras tú,
la que no camina: flota,
la que no pasa: permanece,
aunque solo la viera un instante.
Eras tú,
y no hizo falta que hablaras,
porque el Retiro mismo se hizo verbo
en tu silueta callada.
Yo no miré: fuiste visión,
no ante mis ojos,
sino en ese lugar sin nombre
donde el alma guarda sus milagros.
Y cuando te marchaste,
no quedó ausencia,
sino un despertar más pleno.
Ahora sé
que hay presencias que no vienen a quedarse,
porque ya viven en lo que uno no olvida.
Gracias…
por ser rosa,
y por ser despertar.
«La Mujer del Retiro»
Un poema en tres tiempos: mirada, esencia y resonancia
A veces, un encuentro no necesita durar más que un instante para quedarse para siempre. Esta composición recoge tres perspectivas, la de quien contempla y se transforma; la de quien es mirada y se recuerda; y la de quien agradece sin poseer. Entre susurros de presencia, nace este poema compartido.
soñar desde adentro y renacer día a día.
(Escribo Para Que El Silencio No Duela.)
Natuka Navarro – Luna Poetiza



