El día amaneció irregularmente con la llovizna, la confusión de la niebla nubló el camino, como un viento raída despojó a los bosques, dejando sus demacradas ramas desprovistas de su follaje.
Todas las tardes caminaba acurrucada mirando al suelo en su larga prenda, con sus manos tiritando y sin aliento, con sus ojos mirando de forma cansada y melancolía de una joven.
Sostenía su bastón firmemente, y una lágrima corría por su cara.
Ella llevaba el pasado a cuestas, hay momentos de resentimiento que la caracterizan, el pánico que ha sufrido en su existencia por desear ocultar su situación de vulnerabilidad y conseguir un trabajo para mantener a su pequeña familia; sintió que la sombra la envuelve y que las fuerzas luminosas la observan temblorosas y producen reflejos como para hacerle pensar. Todas las noches se volvieron sombrías y el fantasma del temor y la incapacidad de comunicarse la obligaron a quererse olvidar.
Todo comenzó una fría mañana cuando sintió que había llegado al fondo, que su vida no podía seguir así, todo tiene un principio, quería rehabilitarse, había tomado la fuerza para intentarlo pero no podía ver el final del largo y oscuro túnel que lo tenía inmersa en el más haya… su mente se desdibuja y los recuerdos del pasado se agolpan en su mente, sus ojos se pierden y su corazón se desgarra. Los días felices con su esposo e hijos lo atormentan y se refugia en la melancolía para poder olvidar ese fatídico día…
Un giro repentino del coche que manejaba bajo la influencia del alcohol hizo que perdiera el control que causó el accidente, a partir de ese momento fatal la vida cambió, hoy solo sin sus allegados, sin los amigos, era imposible que pudiera abandonar, apretó los puños con rabia y gritó al destino mudo y cruel su desesperación…
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©Natuka Navarro |